sábado, 9 de marzo de 2013

SINFONIA CUARESMAL: EL 4o.MOVIMIENTO, SABERSE AMADOS



El cambio de vida, que se nos propone en la cuaresma, no es solo un esfuerzo moral, como quien se adhiere a una filosofía o sigue una dieta. El cambio de vida es consecuencia de una certeza central, que nace de la experiencia cristiana, para el ser humano: en cualquier circunstancia en que te encuentres, eres un amado de Dios. Dios nos ama siempre y, para mostrárnoslo, Jesús lo hace gráfico en la parábola del hijo pródigo, que es el evangelio que escucharemos este cuarto domingo de Cuaresma. En esta narración,  vemos que la relación con Dios es siempre un proceso hacia el amor maduro. Y es importante saber en que etapa nos encontramos de ese trascendental sendero. A veces podemos entender la relación con Dios como una relación infantil, impulsada por la necesidad, por la dependencia. Pero cuando el ser humano crece y se hace libre, adulto, capaz de regularse por sí mismo y de hacer sus propias opciones de manera autónoma, si su relación con Dios sigue siendo infantil, puede llegar a pensar que no importa prescindir de Dios, orientándose hacia el ateísmo, o, en la mayoría de las ocasiones, hacia la indiferencia religiosa, actitud que, con frecuencia, no es sino una huida de la exigencia de descubrir el auténtico rostro de Dios. Quedarse con un Dios infantil, como vemos en la parábola del hijo pródigo, puede llevar incluso a la "rebelión contra Dios", que es otra forma inmadura de relacionarse con Dios y con los demás. 
Pero Dios no nos abandona nunca, El es fiel y, aunque nos “alejemos”, no deja de seguirnos con su amor, ayudándonos a salir de nuestros errores y hablando a nuestra conciencia para volvernos hacia El. Esa es siempre la experiencia regeneradora de la misericordia, que, en la certeza del perdón, reconoce que somos amados con un amor gratuito, mayor que nuestra miseria, y mayor de lo que mereceríamos por justicia. A lo largo de la vida, el amor de Dios nos invita a una relación de hijos adultos y libres con El. Esta experiencia nos desvela el verdadero rostro de Dios y su corazón: El es nuestro Padre, que por amor nos ha creado libres y dotados de conciencia, que sufre si nos perdemos y se alegra si nos acercamos a Él, por medio de una relación madura, basada en el agradecimiento y el amor auténtico. Sabernos amados es una certeza que, sea cual sea el desarrollo de nuestra vida, nunca nos aparta del camino de modo definitivo, siempre nos vuelve a enseñar que hay un camino hacia la casa donde un Padre nos espera con los brazos abiertos para hacer fiesta con nosotros.

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