domingo, 26 de febrero de 2012

EL CAMINO DE LA CUARESMA

La cuaresma se presenta siempre como un itinerario. Como todo itinerario hay etapas que van marcando el sentido del camino. En este año, el itinerario nos va guiando en una profundización del conocimiento de la persona de Jesucristo. Casi podríamos decir que al final de esta cuaresma podremos conocer una poco más a Jesús. Este conocimiento no es solo algo histórico, sino que nos lleva a descubrir su papel en nuestra vida. Así lo pedimos en la oración del primer domingo de Cuaresma: «Al celebrar un año más la santa Cuaresma, signo sacramental de nuestra conversión, concédenos, Dios todopoderoso, avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo y vivirlo en plenitud». No podemos hacer de la cuaresma un simple ritual de celebraciones, que al final quedarían vacías, sino que la cuaresma es mucho más rica cuando hacemos de ella un camino de encuentro con una persona que nos transforma y nos hace mejores.

El Primer Domingo, llamado domingo de la Tentación, porque presenta las tentaciones de Jesús en el desierto, nos invita a renovar nuestra decisión definitiva por Dios y a afrontar con valentía la lucha que nos espera para permanecerle fieles. Siempre existe de nuevo esta necesidad de decisión, de resistir al mal, de seguir a Jesús.

El Segundo Domingo se denomina de Abraham y de la Transfiguración. El Bautismo es el sacramento de la fe y de la filiación divina; como Abraham, padre de los creyentes, también a nosotros se nos invita a partir, a salir de nuestra tierra, a abandonar las seguridades que nos hemos construido, para poner nuestra confianza en Dios; la meta se vislumbra en la transfiguración de Cristo, el Hijo amado, en el que nosotros nos convertimos en «hijos de Dios».

En el Tercer Domingo nos presenta la Alianza de Dios con su pueblo a través de las tablas de la ley, una alianza de Dios que tendrá su expresión en el Templo de Jerusalén. Estos dos elementos son solamente figuras de Jesús que es la verdadera alianza y el verdadero templo.

El Cuarto Domingo nos hace ver la contradicción del ser humano. Por un lado tiene todo lo que Dios le ha dado y por otro lo pierde por su infidelidad. Sin embargo, los aparentes fracasos exteriores no lo son para quien se afianza en Dios. El verse despojados del templo, lugar de la alianza, llevará al pueblo de Dios a entender los caminos de Dios, que no son nuestros caminos.

El Quinto Domingo nos invita a interiorizar de modo personal la relación con Dios en una alianza que cada uno de nosotros tiene que hacer en el propio corazón. El sacrificio voluntario de Cristo nos consigue el fruto de la alianza de Dios con nosotros: la salvación en la que se une la victoria sobre el mal y la plenitud de nuestra vida que da mucho fruto.

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