lunes, 13 de febrero de 2012

SEGUIR A CRISTO, LLEVAR A PLENITUD LA PROPIA VIDA

43 Al día siguiente, Jesús quiso partir para Galilea. Se encuentra con Felipe y le dice: «Sígueme». 44 Felipe era de Bestsaida, de la ciudad de Andrés y Pedro. 45 Felipe se encuentra con Natanael y le dice: «Ese del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret». 46 Le respondió Natanael: « ¿De Nazaret puede haber cosa buena?» Le dice Felipe: «Ven y lo verás». 47 Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». 48 Le dice Natanael: « ¿De qué me conoces?» Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». 49 Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». 50 Jesús le contestó: « ¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». 51 Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre». 

Jesús parte con tres discípulos pero no siente que no ha terminado su obra. Por eso invita todavía a otro discípulo. Y lo hace con la invitación con la que hace de un ser humano cualquiera un discípulo: sígueme. El sígueme de Cristo no es solo un ponerse en movimiento, es sobre todo ponerse a disposición de la misión que él quiere entregar. Es disponerse a entrar en la dinámica no de la propia voluntad, sino de la voluntad de Dios, es descubrir que la propia existencia entra en el marco de un plan más grande, que no anula a la persona, sino que la lleva a una plenitud que uno no se había imaginado. Muchas veces vemos el seguimiento de Jesús o como apartado de la realidad, o como mutilador de nuestra vida. Es todo lo contrario. Seguir a Jesús permite que el ser humano alcance metas que ni siquiera él pensaba que podría alcanzar. Esto conlleva seguirlo, vivir en intimidad con Él, imitar su ejemplo y dar testimonio. Pues ser discípulos y misioneros de Jesucristo y buscar la vida “en Él” supone estar profundamente enraizados en Él. Por otro lado, seguir a Jesús es la única forma de vivir la realidad de la vida cotidiana en su autenticidad. La realidad que está hecha de grandes cosas y de pequeños detalles. La realidad que se vive en lo sencillo de las cosas de cada día y en la trascendencia de las grandes decisiones que marcan nuestra vida. La realidad, vista desde la perspectiva del seguimiento de Cristo, alcanza toda su posibilidad de hacernos grandes, de hacernos mejores personas, de vivir el bien en nuestra vida. La primera afirmación fundamental es, pues, la siguiente: sólo quien reconoce a Dios, conoce la realidad y puede responder a ella de modo adecuado y realmente humano. La verdad de esta tesis resulta evidente ante el fracaso de todos los sistemas que ponen a Dios entre paréntesis. Esta realidad que se puede aplicar a los grandes sistemas internacionales, también se aplica a la vida cotidiana. Todo fracasa cuando se pone a Dios entre paréntesis. (Benedicto XVI)

Hay un detalle más en esta reflexión sobre las raíces que hacen sólido al discípulo de Jesús en medio de la vida. Se trata del enfrentamiento con la propia fragilidad. Las afirmaciones de Natanael muestran que no siempre los seres humanos estamos a la altura de la llamada que recibimos, que muchas veces nos quedamos cortos por nuestro pequeño corazón, o por nuestros pequeños horizontes de vida. Sin embargo, el evangelio nos enseña que ni siquiera ahí Jesús nos abandona. El nos abre los caminos para que nuestra fragilidad no nos atore. El episodio de Natanael es una clara muestra de que Jesús nos hace pasar de nuestras perspectivas humanas, con frecuencia cortas, limitadas, a unas perspectivas que encajan en la visión de Dios. Mientras para Felipe y Natanael Jesús es solo un miembro de su comunidad que por su origen parecería dudoso, Jesús hace que Natanael llegue a la experiencia de la verdadera identidad de Jesús, con tres títulos: maestro, hijo de Dios, Rey de Israel. Títulos que, como en un mosaico, nos permiten ver la profundidad de quien es Jesús, de cara a mi vida, de cara a El mismo y de cara a la comunidad. El es el verdadero maestro que enseña el camino de la justicia y de la verdad. El es hijo de Dios, que posee la misma vida de Dios. El es el Rey de Israel, un titulo que se daba a Dios y que habla de la presencia de Dios en toda la comunidad del pueblo elegido. Natanael completa la experiencia de Felipe y abre la posibilidad de que Jesús se nos muestre como el señor de la historia, aquel en el que se lleva a plenitud la alianza entre Dios y el hombre. Esto no es accidental, sino que marca toda nuestra vida, porque nos da sentido, fortaleza y esperanza. Nosotros somos conscientes de nuestra pequeñez, pero en Jesús Dios verdadero y Hombre verdadero encontramos la seguridad de que Dios no nos abandona de que en el encontramos el camino hacia el cielo, hacia la plena experiencia de Dios. ¿Quién conoce a Dios? ¿Cómo podemos conocerlo? Para el cristiano el núcleo de la respuesta es simple: sólo Dios conoce a Dios, sólo su Hijo que es Dios de Dios, Dios verdadero, lo conoce. Y Él, “que está en el seno del Padre, lo ha contado” (Jn 1, 18). De aquí la importancia única e insustituible de Cristo para nosotros, para la humanidad. Dios es la realidad fundante, no un Dios sólo pensado o hipotético, sino el Dios de rostro humano; es el Dios-con-nosotros, el Dios del amor hasta la cruz. Cuando el discípulo llega a la comprensión de este amor de Cristo “hasta el extremo”, no puede dejar de responder a este amor si no es con un amor semejante: “Te seguiré adondequiera que vayas” (Lc 9, 57).

1 comentario:

  1. Les visito nuevamente desde mi blog
    www.creeenjesusyserassalvo.blogspot.com
    Reciban muchísimas bendiciones.

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