miércoles, 29 de febrero de 2012

CUARESMA: BUSCAR EL ROSTRO DE JESUS (1A PTE)

El itinerario cuaresmal nos tiene que llevar a conocer más a Jesús. Y conocerlo como alguien vivo para mí. La experiencia de Jesús que yo puedo ir haciendo a lo largo de la cuaresma es la posibilidad de una amistad que va más allá de los cuarenta días de la cuaresma. La amistad nace del conocimiento del amigo. ¿Quién este Jesús que se me va mostrando a lo largo de la cuaresma? Para responder a esta pregunta podemos ahondar en las lecturas de estos domingos que nos presentan rasgos fundamentales de quien es Jesús en mi vida:

Rasgo primero: Jesús enfrenta el combate con el mal. El evangelio de las tentaciones nos hace ver que el mal es algo presente en todo ser humano, que la tentación de buscar el mal, llega a la vida de todo ser humano. Que el hecho de ser el hijo de Dios no lo excluye del embate del mal. La tentación central es apartarse del plan de Dios, de buscar otro camino, de buscarse sobre todo a sí mismo. Jesús, como hombre verdadero, también experimenta la posibilidad de alejarse del plan de Dios, pero la derrota venciendo la esclavitud del ser humano ante el mal.

Rasgo segundo: Jesús anuncia el Reino de Dios. Jesús no solo vence el mal en su persona, sino que lo quiere derrotar en las nuestras. Por eso su mensaje es como una moneda de dos caras. Por un lado está la llamada a la conversión, al cambio, a la mejora, a la transformación desde el interior. Por otro lado, está la invitación a abrir la vida al Reino de Dios. El Reino de Dios no es otra cosa sino la cercanía de Dios a mi vida, la posibilidad de vivir, ya no según los criterios del mal, sino según los criterios del bien, la posibilidad de vivir, no según el imperio del mal, sino según el imperio del bien. Es la certeza de que en todo lo que yo hago, Dios no es un ser lejano, sino alguien profundamente cercano. Esa cercanía de Dios la vivimos en Jesús.

Rasgo tercero: ¿quién es este Jesús que es tentado como yo lo soy y que me hace cercano a Dios? No es un hombre cualquiera, ni un simple filósofo o un gran sabio. Es el Hijo predilecto del Padre, es aquel en quien confluye toda la historia y toda la sabiduría del pueblo de Israel, así como toda la alianza de Dios con el pueblo elegido, es el que vive en la presencia de Dios desde la eternidad, es aquel en quien vive la gloria luminosa de Dios. Al mismo tiempo, Jesús lleva a cabo su camino no en el aplauso o la gloria, sino en el misterio de su muerte y su resurrección, el misterio pascual, donde se manifestará su plena identidad. (continuará...)

domingo, 26 de febrero de 2012

EL CAMINO DE LA CUARESMA

La cuaresma se presenta siempre como un itinerario. Como todo itinerario hay etapas que van marcando el sentido del camino. En este año, el itinerario nos va guiando en una profundización del conocimiento de la persona de Jesucristo. Casi podríamos decir que al final de esta cuaresma podremos conocer una poco más a Jesús. Este conocimiento no es solo algo histórico, sino que nos lleva a descubrir su papel en nuestra vida. Así lo pedimos en la oración del primer domingo de Cuaresma: «Al celebrar un año más la santa Cuaresma, signo sacramental de nuestra conversión, concédenos, Dios todopoderoso, avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo y vivirlo en plenitud». No podemos hacer de la cuaresma un simple ritual de celebraciones, que al final quedarían vacías, sino que la cuaresma es mucho más rica cuando hacemos de ella un camino de encuentro con una persona que nos transforma y nos hace mejores.

El Primer Domingo, llamado domingo de la Tentación, porque presenta las tentaciones de Jesús en el desierto, nos invita a renovar nuestra decisión definitiva por Dios y a afrontar con valentía la lucha que nos espera para permanecerle fieles. Siempre existe de nuevo esta necesidad de decisión, de resistir al mal, de seguir a Jesús.

El Segundo Domingo se denomina de Abraham y de la Transfiguración. El Bautismo es el sacramento de la fe y de la filiación divina; como Abraham, padre de los creyentes, también a nosotros se nos invita a partir, a salir de nuestra tierra, a abandonar las seguridades que nos hemos construido, para poner nuestra confianza en Dios; la meta se vislumbra en la transfiguración de Cristo, el Hijo amado, en el que nosotros nos convertimos en «hijos de Dios».

En el Tercer Domingo nos presenta la Alianza de Dios con su pueblo a través de las tablas de la ley, una alianza de Dios que tendrá su expresión en el Templo de Jerusalén. Estos dos elementos son solamente figuras de Jesús que es la verdadera alianza y el verdadero templo.

El Cuarto Domingo nos hace ver la contradicción del ser humano. Por un lado tiene todo lo que Dios le ha dado y por otro lo pierde por su infidelidad. Sin embargo, los aparentes fracasos exteriores no lo son para quien se afianza en Dios. El verse despojados del templo, lugar de la alianza, llevará al pueblo de Dios a entender los caminos de Dios, que no son nuestros caminos.

El Quinto Domingo nos invita a interiorizar de modo personal la relación con Dios en una alianza que cada uno de nosotros tiene que hacer en el propio corazón. El sacrificio voluntario de Cristo nos consigue el fruto de la alianza de Dios con nosotros: la salvación en la que se une la victoria sobre el mal y la plenitud de nuestra vida que da mucho fruto.

jueves, 23 de febrero de 2012

LLENAR DE SENTIDO EL TIEMPO DE CUARESMA

El tiempo lo podemos vivir de modo lineal: trabajo, descanso, convivencia y así sucesivamente. O podemos darle un sentido al tiempo, le podemos dar al tiempo el sentido de un contenido, con el cual el tiempo va cambiando de significado. El ser humano no tiene bastante con el tiempo lineal. Necesita el tiempo profundo, es decir el tiempo que tiene un sentido. Por eso el ser humano aprende a descubrir la riqueza del tiempo, y le da a determinados momentos un sentido especial. De ahí nace la fiesta, de ahí también nace la conmemoración, de ahí nace también la reflexión sobre el significado del tiempo. Esto es el tiempo de cuaresma. La cuaresma puede ser un tiempo que vivamos sin mucha profundidad o puede ser un tiempo que vivamos con hondura. Un tiempo que no es solo para vivir, sino para reflexionar, para hacerlo parte de nuestros propósitos de cambio, de mejora, de renovación. Es importante descubrir para qué es la cuaresma:
·        La cuaresma nos recuerda que la vida cristiana es un «camino» por recorrer, que no consiste tanto en unas prácticas que cumplir o en unas normas que observar. Es el camino hacia la persona de Cristo, a quien hemos de encontrar, acoger y seguir. El motivo de este seguimiento es llegar con él a la luz y a la alegría de la resurrección, a la victoria de la vida, del amor, del bien. La Cuaresma es un camino, en el que acompañamos a Jesús que sube a Jerusalén, lugar del cumplimiento de su misterio de pasión, muerte y resurrección. eso requiere que lo acompañemos a través del misterio de su sufrimiento, que lo amemos en el camino que el siguió.
·        La cuaresma nos impulsa a recorrer este camino con el Señor, no como una simple conmemoración, o un recuerdo de hechos pasados, sino como quien participa en la escuela de Jesús, viviendo los acontecimientos que nos trajeron la salvación. Es muy importante no quedarnos con los hechos como si solo fueran cosas del pasado que ya no tienen ninguna repercusión vital o práctica para nuestra vida.

lunes, 13 de febrero de 2012

SEGUIR A CRISTO, LLEVAR A PLENITUD LA PROPIA VIDA

43 Al día siguiente, Jesús quiso partir para Galilea. Se encuentra con Felipe y le dice: «Sígueme». 44 Felipe era de Bestsaida, de la ciudad de Andrés y Pedro. 45 Felipe se encuentra con Natanael y le dice: «Ese del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret». 46 Le respondió Natanael: « ¿De Nazaret puede haber cosa buena?» Le dice Felipe: «Ven y lo verás». 47 Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». 48 Le dice Natanael: « ¿De qué me conoces?» Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». 49 Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». 50 Jesús le contestó: « ¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». 51 Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre». 

Jesús parte con tres discípulos pero no siente que no ha terminado su obra. Por eso invita todavía a otro discípulo. Y lo hace con la invitación con la que hace de un ser humano cualquiera un discípulo: sígueme. El sígueme de Cristo no es solo un ponerse en movimiento, es sobre todo ponerse a disposición de la misión que él quiere entregar. Es disponerse a entrar en la dinámica no de la propia voluntad, sino de la voluntad de Dios, es descubrir que la propia existencia entra en el marco de un plan más grande, que no anula a la persona, sino que la lleva a una plenitud que uno no se había imaginado. Muchas veces vemos el seguimiento de Jesús o como apartado de la realidad, o como mutilador de nuestra vida. Es todo lo contrario. Seguir a Jesús permite que el ser humano alcance metas que ni siquiera él pensaba que podría alcanzar. Esto conlleva seguirlo, vivir en intimidad con Él, imitar su ejemplo y dar testimonio. Pues ser discípulos y misioneros de Jesucristo y buscar la vida “en Él” supone estar profundamente enraizados en Él. Por otro lado, seguir a Jesús es la única forma de vivir la realidad de la vida cotidiana en su autenticidad. La realidad que está hecha de grandes cosas y de pequeños detalles. La realidad que se vive en lo sencillo de las cosas de cada día y en la trascendencia de las grandes decisiones que marcan nuestra vida. La realidad, vista desde la perspectiva del seguimiento de Cristo, alcanza toda su posibilidad de hacernos grandes, de hacernos mejores personas, de vivir el bien en nuestra vida. La primera afirmación fundamental es, pues, la siguiente: sólo quien reconoce a Dios, conoce la realidad y puede responder a ella de modo adecuado y realmente humano. La verdad de esta tesis resulta evidente ante el fracaso de todos los sistemas que ponen a Dios entre paréntesis. Esta realidad que se puede aplicar a los grandes sistemas internacionales, también se aplica a la vida cotidiana. Todo fracasa cuando se pone a Dios entre paréntesis. (Benedicto XVI)

Hay un detalle más en esta reflexión sobre las raíces que hacen sólido al discípulo de Jesús en medio de la vida. Se trata del enfrentamiento con la propia fragilidad. Las afirmaciones de Natanael muestran que no siempre los seres humanos estamos a la altura de la llamada que recibimos, que muchas veces nos quedamos cortos por nuestro pequeño corazón, o por nuestros pequeños horizontes de vida. Sin embargo, el evangelio nos enseña que ni siquiera ahí Jesús nos abandona. El nos abre los caminos para que nuestra fragilidad no nos atore. El episodio de Natanael es una clara muestra de que Jesús nos hace pasar de nuestras perspectivas humanas, con frecuencia cortas, limitadas, a unas perspectivas que encajan en la visión de Dios. Mientras para Felipe y Natanael Jesús es solo un miembro de su comunidad que por su origen parecería dudoso, Jesús hace que Natanael llegue a la experiencia de la verdadera identidad de Jesús, con tres títulos: maestro, hijo de Dios, Rey de Israel. Títulos que, como en un mosaico, nos permiten ver la profundidad de quien es Jesús, de cara a mi vida, de cara a El mismo y de cara a la comunidad. El es el verdadero maestro que enseña el camino de la justicia y de la verdad. El es hijo de Dios, que posee la misma vida de Dios. El es el Rey de Israel, un titulo que se daba a Dios y que habla de la presencia de Dios en toda la comunidad del pueblo elegido. Natanael completa la experiencia de Felipe y abre la posibilidad de que Jesús se nos muestre como el señor de la historia, aquel en el que se lleva a plenitud la alianza entre Dios y el hombre. Esto no es accidental, sino que marca toda nuestra vida, porque nos da sentido, fortaleza y esperanza. Nosotros somos conscientes de nuestra pequeñez, pero en Jesús Dios verdadero y Hombre verdadero encontramos la seguridad de que Dios no nos abandona de que en el encontramos el camino hacia el cielo, hacia la plena experiencia de Dios. ¿Quién conoce a Dios? ¿Cómo podemos conocerlo? Para el cristiano el núcleo de la respuesta es simple: sólo Dios conoce a Dios, sólo su Hijo que es Dios de Dios, Dios verdadero, lo conoce. Y Él, “que está en el seno del Padre, lo ha contado” (Jn 1, 18). De aquí la importancia única e insustituible de Cristo para nosotros, para la humanidad. Dios es la realidad fundante, no un Dios sólo pensado o hipotético, sino el Dios de rostro humano; es el Dios-con-nosotros, el Dios del amor hasta la cruz. Cuando el discípulo llega a la comprensión de este amor de Cristo “hasta el extremo”, no puede dejar de responder a este amor si no es con un amor semejante: “Te seguiré adondequiera que vayas” (Lc 9, 57).

jueves, 9 de febrero de 2012

LA EXPERIENCIA DE CRISTO ME ABRE A LOS DEMAS Y A LA IGLESIA

40 Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. 41 Este se encuentra primeramente con su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías» - que quiere decir, Cristo. 42 Y le llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas» - que quiere decir, "Piedra". 

La experiencia de Jesús no es algo individualista, sino que se hace comunidad, se comparte, se hace comunidad. Esta comunidad se hace Iglesia, comunidad de todos los que han sido llamados. El evangelio nos enseña los rasgos del primer discípulo, el que oye y el que sigue, el que hace suya la palabra de Jesús y la transforma en vida propia. Eso es lo que hace que Andrés se encuentre con su hermano al que le da testimonio de lo que él ha oído, ha visto y ha vivido. Sin embargo, Pedro tiene que hacer por sí mismo la experiencia de Jesús. Por eso el evangelio dice y el llevo donde Jesús. Cada uno de nosotros puede y debe ser testigo, pero nunca puede sustituir a la experiencia personal que cada uno debe hacer de Jesús. Porque Jesús tiene para cada uno un don particular. En el caso de Simón, Jesús le va a hacer descubrir su propia identidad dentro de la comunidad que el formará más adelante. El va a ser la piedra. De este modo Jesús nos deja claro que él no busca los individualismos, sino que busca que exista entre nosotros la comunión que existe entre él y su padre en el espíritu santo. Por eso Jesús forma una comunidad, la comunidad de sus discípulos. Una comunidad que vive con todos los rasgos propios del ser humano, pero que al mismo tiempo está unida por la fe en Jesús: ¿Qué nos da la fe en este Dios? La primera respuesta es: nos da una familia, la familia universal de Dios en la Iglesia católica. La fe nos libera del aislamiento del yo, porque nos lleva a la comunión: el encuentro con Dios es, en sí mismo y como tal, encuentro con los hermanos, un acto de convocación, de unificación, de responsabilidad hacia el otro y hacia los demás. La convicción de hacer, ser y vivir en una comunidad es algo propio del cristiano, es algo a lo que el cristiano no puede renunciar. Una comunidad que no está basada en otra cosa que en la mirada de Jesús, no en la ciencia humana, no en la perfección, no en los honores, sino en el don de Jesús a través de alguien limitado como yo. Estar convencidos de que en la Iglesia vive la mirada de Jesús a pesar de nuestros límites es algo esencial para el encuentro con él. Porque al fin y al cabo todo lo que la comunidad nos da tiene una finalidad única, llevarnos donde Jesús, y tiene una liga única, recibir la mirada de Jesús. Esta experiencia de Jesús empuja a no quedarnos cerrados o atemorizados por nuestras limitaciones, sino a ser capaces de hacer que los demás también conozcan a Jesús. El discípulo, fundamentado así en la roca de la palabra de Dios, se siente impulsado a llevar la buena nueva de la salvación a sus hermanos. Discipulado y misión son como las dos caras de una misma medalla: cuando el discípulo está enamorado de Cristo, no puede dejar de anunciar al mundo que sólo Él nos salva (cf. Hch 4, 12). En efecto, el discípulo sabe que sin Cristo no hay luz, no hay esperanza, no hay amor, no hay futuro.

domingo, 5 de febrero de 2012

LA EXPERIENCIA DE LA AMISTAD CON CRISTO

Juan 1,35 Al día siguiente, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. 36 Fijándose en Jesús que pasaba, dice: «He ahí el Cordero de Dios». 37 Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús. 38 Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: « ¿Qué buscáis?» Ellos le respondieron: «Rabbí - que quiere decir, "Maestro" - ¿dónde vives?» 39 Les respondió: «Venid y lo veréis». Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Era más o menos la hora décima. 
El evangelio de los primeros discípulos como lo muestra san Juan, muestra los rasgos centrales de lo que Jesús propone a sus discípulos. Todo tiene que partir de la experiencia que cada uno hace de Jesús. De eso no se puede prescindir. El camino de inicio de cualquier seguidor de Jesucristo no puede ser una teoría, una doctrina, una ética. En un momento u otro, el encuentro tiene que darse con la persona de Cristo. Pero eso requiere un corazón dispuesto a buscar, porque las respuestas que la vida da no satisfacen, porque los elementos con que la vida quiere llenar el corazón se descubren huecos, vacíos, incapaces de corresponder a los anhelos del corazón. Si no conocemos a Dios en Cristo y con Cristo, toda la realidad se convierte en un enigma indescifrable; no hay camino y, al no haber camino, no hay vida ni verdad.(Benedicto XVI) La pregunta de Cristo a los discípulos es para todos nosotros. ¿Qué es lo que buscamos en la vida? No basta con responderse por lo que nos entretiene, por lo que nos ocupa, por lo que nos absorbe. Todo eso sabemos que a la larga ni se sostiene ni nos llena. Lo que buscamos es lo que va a dar sentido a nuestro corazón. Lo único que da sentido a la vida es saber donde se vive, dónde hay vida. Ya nos rodean muchas cosas de muerte en la vida, nos rodea la pérdida del bien, de la verdad, de la conciencia. Todo eso no lo podemos solamente contemplar como un problema. Tenemos que aprender a verlo como una pregunta para nuestro corazón. Ante el misterio del mal que nos rodea, no es la economía, ni la política, ni el poder humano quien lo resuelve. Lo resuelve alguien que se entrega como un don de Dios para cada uno de nosotros. Lo resuelve el único que se puede señalar como el Cordero de Dios. Para los discípulos de Juan Bautista la expresión era muy clara pues hacía referencia al canto de Isaías, capítulo 53, en el que el Siervo de Yahveh se entrega por los demás, carga sus culpas, lleva sus dolencias 4 ¡Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba y nuestros dolores los que soportaba! Nosotros le tuvimos por azotado, herido de Dios y humillado. 5 El ha sido herido por nuestras rebeldías, molido por nuestras culpas. El soportó el castigo que nos trae la paz, y con sus cardenales hemos sido curados. 6 Todos nosotros como ovejas erramos, cada uno marchó por su camino, y Yahveh descargó sobre él la culpa de todos nosotros. 7 Fue oprimido, y él se humilló y no abrió la boca. Como un cordero al degüello era llevado, y como oveja que ante los que la trasquilan está muda, tampoco él abrió la boca. Al misterio de la muerte y del mal, Dios responde con el amor que se entrega. Ese amor que se entrega es fuente de vida para todos los que los siguen, para quienes hacen la experiencia de Él. De este modo, la experiencia personal de Cristo como la señal del amor de Dios que no defrauda en medio de cualquier experiencia del mundo, se hace una certeza. La experiencia de la amistad con Cristo nos da la certeza de que él hará lo que sea para que nosotros nos encontremos con su amor, una certeza que sostiene en medio de cualquier vicisitud.

viernes, 3 de febrero de 2012

CONVICCIONES PARA VIVIR


El cristiano no puede no ser un hombre de convicciones. El aviso que da la parábola de los diversos tipos de terreno nos pone en guardia contra aquel cristiano que recibe la palabra pero no tiene raíz, y en cuanto surge una persecución a causa de la palabra, su vida se seca. Ciertamente es un misterio que la palabra de Dios se vea sometida a la persecución, al ataque, al pecado, a la fragilidad, como también es un misterio que el ser humano, por lo menos aparentemente, eche a perder el don que había recibido. El evangelio es muy claro a este respecto, de que no todo está en la semilla, que también hay una responsabilidad en el tipo de terreno que la recibe. El terreno de piedra que señala la superficialidad de la raíz y el terreno de plantas espinosas que señala las dificultades del ambiente, son una doble imagen del cristiano que no tiene las convicciones necesarias para hacer que la semilla de Cristo dé el fruto que tiene que dar. La experiencia cristiana se tiene que enraizar en el encuentro personal con Cristo, en el descubrimiento de lo que Cristo es para cada uno, y en las repercusiones que este encuentro tiene para la vida. Mientras esa experiencia se mantenga viva, irradia una luz sobre la vida y llena de en medio de las más difíciles circunstancias. Circunstancias que pueden atenazar al cristiano de muchas maneras, pero que nunca le pueden hacer desprenderse de esa certeza fundamental. Por ello, al reflexionar sobre las convicciones centrales que nos sostienen como miembros de la Iglesia, como seglares, tenemos que cimentarnos en la experiencia personal de Cristo como discípulos a los que él invita a su seguimiento
(LAS CONVICCIONES DEL SEGUIDOR DE CRISTO 1)