lunes, 8 de octubre de 2012

EL PRIMERO DE TRES PASOS: LIBRARNOS DEL MAL Y SERVIR CON EL BIEN


(Les comparto el segundo momento de las reflexiones que acompañaron el retiro LA FUERZA TRANSFORMADORA DE UN GENUINO ENCUENTRO CON JESUCRISTO. LA EXPERIENCIA DE MARÍA MAGDALENA. en este caso les dejo una reflexion sobre la primera etapa que todos tenemos que llevar a cabo)


LOS TRES PASOS DEL ENCUENTRO DE MARÍA MAGDALENA CON JESÚS
¿Quién es esta mujer que nos sirve de modelo de un encuentro transformante con Jesús? Sabemos de ella por los cuatro evangelistas, que nos la presentan como una de las discípulas del círculo cercano a Jesús. María es un testigo de la vida pública del Señor, y de un modo especial lo será de la Pasión y de la resurrección. La fisonomía que la Sagrada Escritura nos ofrece, es suficiente para que podamos establecer basado es la experiencia de Maria Magdalena, un itinerario en el encuentro con Jesucristo. Este itinerario es el camino que todo aquel que se encuentra con Jesús tiene realizar; dejarlo truncado llevará a una experiencia no solo parcial, sino también decepcionante de Cristo, y por lo tanto incapaz de transformar la vida.

PRIMER MOMENTO: LA MUJER QUE SIGUE A JESÚS POR HABER SIDO LIBERADA DEL MAL Y LO SIRVE CON SUS BIENES
En el capítulo 8 (1-3) de San Lucas se nos dice lo siguiente: Después de esto, Jesús anduvo por muchos pueblos y aldeas, anunciando la buena noticia del reino de Dios. Los doce apóstoles lo acompañaban, 2 como también algunas mujeres que él había curado de espíritus malignos y enfermedades. Entre ellas iba María, la llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios; 3 también Juana, esposa de Cuza, el que era administrador de Herodes; y Susana; y muchas otras que los ayudaban con lo que tenían.
El evangelio nos presenta a Jesús anunciando la buena noticia del reino, que se hacía presente en su persona, por medio de su palabra y por medio de sus signos. Este mensaje requiere como condición central el seguimiento de Jesús. El evangelista narra quiénes eran los que lo acompañaban de modo constante en esta tarea: los doce apóstoles y algunas mujeres. De estas mujeres, se dice expresamente que habían sido curadas de espíritus malignos o de enfermedades. La presencia de estas mujeres nace, por lo tanto, de la gratitud hacia Jesús, nace de la certeza de haber sido liberadas del mal. Como dice Benedicto XVI: Entre las “ovejas perdidas” que Jesús salvó hay también una mujer de nombre María, originaria del poblado de Magdala, junto el Lago de Galilea, y por esto llamada Magdalena. Hoy se celebra su memoria litúrgica en el calendario de la Iglesia. El Evangelista Lucas dice que Jesús hizo salir de ella siete demonios (Lc 8,2), es decir, la salvó de un total sometimiento al maligno. María Magdalena encabeza la lista de las mujeres que siguen a Jesús de cerca, mujeres que tienen dos rasgos:
En primer lugar, son mujeres que han sido liberadas del mal. El mal, que lo podemos tomar en cualquiera de sus dimensiones. Tanto en su dimensión más llamativa, como la posesión diabólica, o en su dimensión más grave, que es el pecado que desgarra el corazón. El mal se apodera del corazón con el pecado, y deja como fruto la desazón interior, la amargura, la certeza de una esclavitud, el mal, que rompe las relaciones con Dios y con los demás. No hay posibilidad de paz interior mientras el mal es el dueño de la vida. El evangelio habla de los siete demonios que la poseían. Un símbolo de un mal completo que se adueñaba de su persona, totalmente sometida al mal. El primer paso de la relación con Jesús, del encuentro con él, es precisamente este: el vernos libres del mal, el tener la certeza de que el mal no tiene la última palabra sobre el ser humano. Pero esto no basta.
En segundo lugar, el seguimiento de Jesús no es solo algo negativo. El seguimiento de Jesús es también un camino de crecimiento, en el cual, el trabajo en el bien tiene que ser parte de la existencia. Por eso, la forma en que el evangelio dice que estas mujeres que seguían a Jesús le ayudaban con sus bienes materiales, nos permite entender que ellas hacían del seguimiento de Jesús parte de su proyecto de vida y motivo de un crecimiento en el bien como parte del proyecto, que se hace trabajo concreto en lo diario. Podríamos pensar que verse libre del mal, y seguir a Jesús haciendo el bien es todo. Pero no es así.
El verdadero seguimiento de Jesús nos va llevando poco a descubrir algo más. Seguirlo no es solo moverse detrás de él. Seguirlo es identificarse con él, es generar un dinamismo que va transformando en él, como lo dicen los Obispos de América en el Documento de Aparecida n.136: La admiración por la persona de Jesús, su llamada y su mirada de amor buscan suscitar una respuesta consciente y libre desde lo más íntimo del corazón del discípulo, una adhesión de toda su persona al saber que Cristo lo llama por su nombre (cf. Jn 10, 3). Es un “sí” que compromete radicalmente la libertad del discípulo a entregarse a Jesucristo, Camino, Verdad y Vida (cf. Jn 14, 6). Es una respuesta de amor a quien lo amó primero “hasta el extremo” (cf. Jn 13, 1). En este amor de Jesús madura la respuesta del discípulo: “Te seguiré adondequiera que vayas” (Lc 9, 57).
De un modo muy hermoso lo describe Jose Luis Martin Descalzo: Si Jesús logró rescatar a Magdalena de sus siete demonios carnales y devolverla al seno del hogar, tendríamos muy lógicamente explicada la amistad de Cristo con esta familia; habríamos entendido que esta mujer tuviera dos almas, vertiginosa la una e infinitamente tierna la otra, cuando se encontraba ante el hombre que le descubrió la luz de su espíritu. Entenderíamos bien esa entrega total de Magdalena, a quien Jesús habría arrancado la máscara de pecado que cubría un corazón hondamente religioso. Y no necesitaríamos sucias imaginaciones para entender el atractivo que Jesús inspiraba en ella: le había devuelto el alma; le había descubierto que el verdadero amor no estaba ni en la falsa religiosidad de su adolescencia, ni en las entregas carnales de su juventud, sino en algo infinitamente más hondo y apasionante. Jesús habría incendiado su vida con algo mucho más radical que un atractivo carnal. Y, al mismo tiempo, habría sembrado en ella muchas más preguntas que respuestas, lo mismo que hizo con la samaritana: por eso ella gustaba de sorber sus palabras, para averiguar qué había en el fondo de aquel hombre misterioso que la había reconciliado con la vida.

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