La
cuaresma tiene una historia que los seres humanos hemos desfigurado poco a
poco, hasta hacerla invisible, ridícula o indiferente. Invisible porque
simplemente la vivimos como si fueran unos días más del año que van antes de
unas vacaciones que se nos antojan mucho, ridícula porque la centramos en la
renuncia a cosas que poco o ningún sentido tienen para nuestro crecimiento
espiritual, relacional y humano, indiferente porque la vemos pasar sin mover un
dedo para sacar de ella lo mejor para nosotros. por ello, dedicar un tiempo a
preguntarnos si algo podemos hacer en esta cuaresma, nos da la posibilidad de
proponer y proponernos cinco pasos, uno para cada semana de cuaresma, que nos
hagan llegar a la Pascua de Jesús con un corazón listo para afrontar el reto de
mirar a los ojos a quien nos amó hasta entregarse por nosotros.
EL
PRIMER PASO: DESCUBRIR EL PLAN ORIGINAL
En la
vida tendemos a tener todo hecho, a querer tener todo hecho: en la casa, en la
familia, en el trabajo, en el uso de las tecnologías. Sin embargo, nos
olvidamos que las cosas en la vida llevan un camino y atraviesan circunstancias
e interacciones. A veces, esto hace que tengamos que confrontarnos con
situaciones que nos cuestan, con situaciones que parecerían empujarnos a
retirarnos de nuestro camino; como cuando nos cansamos de nuestros compromisos
de vida, o cuando nos preguntamos si merecen la pena nuestros ideales. Esas
contradicciones nos podrían parecer simplemente contratiempos, olvidando que
son consecuencia de las opciones de vida que hemos hecho, fruto de que tenemos
una misión en la vida, que nos invita a vivir plenamente lo que somos ante Dios
y ante nuestra conciencia.
Estas
contradicciones las podemos espejear en la experiencia de las tentaciones de
Jesús en el desierto. De las tres tentaciones que Satanás plantea a Jesús, la
primera tiene su origen en el hambre, es decir, en la necesidad material:
"Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan".
Pero Jesús responde con la Sagrada Escritura: "No sólo de pan vive el
hombre" (Lc 4, 3-4; cf. Dt8, 3). Después, el diablo muestra a Jesús todos
los reinos de la tierra y le dice: todo será tuyo si, postrándote, me adoras.
Es el engaño del poder, que Jesús desenmascara y rechaza: "Al Señor, tu
Dios adorarás, y a él solo darás culto" (cf. Lc 4, 5-8; Dt 6, 13). No
adorar al poder, sino sólo a Dios, a la verdad, al amor. Por último, el
Tentador propone a Jesús que realice un milagro espectacular: que se arroje
desde los altos muros del Templo y deje que lo salven los ángeles, para que
todos crean en él. Pero Jesús responde que no hay que tentar a Dios (cf. Dt 6,
16). No podemos "hacer experimentos" con la respuesta a Dios: debemos
creer en él. No debemos hacer de Dios "materia de nuestro experimento“, no
podemos jugar con la relación con Dios.
Esta
experiencia es central, pues nos hacer ver que la clave de toda vida humana
radica en la capacidad de orientarse hacia los valores que pesan de verdad en
la existencia. El caso de Jesús es muy claro, a la hora de mostrarnos su
decisión de seguir la misión que le encomendó el Padre, de vivir plenamente su
realidad de Hijo amado que confía plenamente en él, para liberarnos del pecado
y de la fascinación ambigua de programar nuestra vida prescindiendo de Dios. Él
no lo hizo con declaraciones altisonantes, sino luchando en primera persona
contra el Tentador. Este ejemplo vale para todos: el mundo se mejora comenzando
por nosotros mismos, cambiando, con la gracia de Dios, lo que no está bien en
nuestra propia vida.
¿Cuál
es el modo de llevar esto a cabo? Lo primero que tenemos que revisar son
nuestros criterios. Hoy se nos invita a que vivamos sin pensar mucho. Pero ese
es el mejor camino para que nos manipulen mucho. Hoy se nos invita a que no
veamos las consecuencias de nuestros actos. Pero ese es el camino para que no
elevemos nuestra vida de la mediocridad. Jesucristo tiene un criterio claro:
ser coherente con el plan de Dios que es el fundamento de nuestro ser. A veces
pensamos que palabras como “obediencia a la voluntad de Dios”, nos hacen menos
seres humanos y nos olvidamos que la voluntad de Dios es precisamente que
seamos plenamente humanos en nuestro ser y en nuestro obrar. Por ello, si
llevamos en la mente y en el corazón la Palabra de Dios, si entra en nuestra
vida, si tenemos confianza en Dios, podremos rechazar todo tipo de engaños del
Tentador. En la biblia se nos dice lo que sucede cuando rompemos lo que somos,
para construirnos como nos gustamos: el ejemplo de Adán y Eva que en el jardín
del Edén cedieron a las seducciones del espíritu del mal para ser inmortales,
sin Dios, nos enseña que cuando nos apartamos del camino de la verdad, perdemos
a los que amamos, nos perdemos a nosotros mismos y perdemos a Dios. Llevar esto
a cabo implica ser más fuertes que nuestro orgullo y nuestra presunción,
entrando en nosotros mismos para que, apoyados en la fuerza de Dios,
presentemos el combate espiritual, con la seguridad de la victoria.
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